Nos está tocando vivir tiempos extraños, días en los que no hay paréntesis para los sobresaltos y las informaciones de corte funesto. Hemos encadenado incendios forestales con pandemias, escapadas eméritas con erupciones, una tragedia tras otra. Y es que los jinetes del apocalipsis se han hecho influencers para adentrarse en nuestras vidas a través de las redes sociales, plataformas digitales y medios de comunicación. Ahora los pregoneros de las desgracias, aquellos que disfrutan difundiéndolas, se sientan en platós de televisión mañanera y se rodean de analistas de hechuras similares a las de Judas el traicionero. Son tiempos en los que las buenas noticias se cotizan a precio de kilovatio, tiempos en los que encender la televisión o escuchar la radio es un ejercicio de flagelación, de castigo penitente a modo de ‘dildo’ de talla equivocada por ranuras erróneas.
Refiriéndonos a la política regional, a la que está circunscrita al archipiélago canario, los aires que soplan resultan poco reconfortantes, fétidos aromas a falso progresismo que con los ropajes del rancio populismo se han dejado caer a modo de fina telaraña tras las cortinas de nuestro día a día. Aquel sábado 22 de junio de 2019, sonriendo para la fotografía, los jinetes del mal presagio firmaron el que pasó a conocerse como el ‘pacto de las flores’, homenajeando al famoso reloj de flores que preside el Parque García Sanabria de la capital tinerfeña y que tras la fotografía vio secarse hasta los cardos borriqueros de los jardines colindantes. Allí estaban Román Rodríguez (NC), Noemí Santana (Sí Podemos), Casimiro Curbelo (ASG) y Ángel Víctor Torres (PSOE), quien se convertiría en el máximo regidor de la política canaria y sin ningún tipo de dudas, en el peor presidente de esta comunidad autónoma, a pesar de Adán Martín.
Aquel pacto de promesas comenzó a diluirse nada más ponerse en marcha. Los famosos 30 folios que Torres presentó, se tornaron efímeros cual papel higiénico de baño de aeropuerto tercermundista. Aquellos ocho ejes comunes se hicieron públicos del mismo modo que los grandes centros comerciales muestran sus panfletarias ofertas, con grandes rótulos rojos, muy rojos, pero con cercana fecha de caducidad. Esos ocho frentes eran los siguientes: Lucha contra la pobreza y exclusión social, fortalecimiento del estado del bienestar, fomento de la igualdad de género, creación de empleo y crecimiento económico, desarrollo sostenible y lucha contra el cambio climático, regeneración política y modernización de las administraciones públicas, política justa y suficiente, y agenda Canaria-Estado.
La gran mentira del Gobierno se puso en marcha desde aquel primer apretón de manos. Tras más de dos años al frente de los designios de las islas, las políticas de progresismo de rancio abolengo se han traducido en mayor número de ciudadanos rebuscando en los cubos de basura, algunos incluso después de acabar su precaria jornada laboral. Trabajadores autónomos esperando cual mendigos una ayuda de emergencia que la burocracia se permite el lujo de retrasar 6, 10 o 12 meses en algunos casos. Ciudadanos canarios que han cotizado durante años y años para ahora verse sin nada, bajo un puente o durmiendo en albergues mientras recibimos a otros con luces, taquígrafos, batidos, bocadillos, y en tiempos pandémicos, hasta con habitaciones de hotel. Los canarios debemos ser preferencia para las políticas de auxilio, por supuesto sin dejar de asistir a quien llega y lo necesita, pero priorizando los fondos y esfuerzos entre los que viven aquí, han cotizado aquí y quieren seguir haciéndolo aquí.

Un 36,3% de la población canaria se encuentra en riesgo de pobreza. Por territorios, Canarias, Comunidad Valenciana y Asturias presentan los porcentajes más altos, que oscilan entre el 12,2% y el 16,7% del total de su población en pobreza severa.
A sabiendas de que este tipo de opiniones no son bien recibidas entre el clero de bermellonas ideologías, nuestros impuestos deben ser utilizados para que reviertan en quienes los pagan, entre los que han cotizado para tener derechos, ni más ni menos que los constitucionales, los mismos que los neo jipis del IPhone y el chalecito vigilado, ahora quieren ningunear. Los impuestos deben revertir en nuestro día a día, algo que necesariamente tampoco está reñido con la solidaridad con los demás. Canarias está actualmente en manos peligrosas, en manos efectistas y castigadoras. ¿Dónde están aquellos titulares en los que los jinetes del pacto aseguraban bajar los índices de pobreza, crear puestos de trabajo y bajar la carga fiscal a los pequeños empresarios y Autónomos?
Los canarios debemos avergonzarnos cuando asistimos al cortejo de la pleitesía que se exhibe cada vez que el presidente del Gobierno de Canarias está junto a Pedro Sánchez, pavo real de la política estatal al que nuestro presidente regional le tiene colocado en el altar de los santos patrones… ¿o debería decir varones? Siento vergüenza por el vasallaje de quien no está preparado para gobernar una comunidad autónoma, del mismo modo que nunca estuvo preparado para regir a los ciudadanos de Arucas. Este presidente no representa a los canarios, representa a su líder de Madrid, se representa así mismo y representa lo peor de la política populista, esquilmadora de las arcas de todos.
Y así, como efecto dominó, nos encontramos a un presidente de España más atento del paseíllo paquetero que de trabajar en un despacho. Tras esa ficha, el lastimero, poco creíble y nada efectivo discursito de Scout de Ángel Víctor Torres. Y así, ficha tras ficha llegamos a algunas alcaldías en las que el puño izquierdo alzado se abre de vez en cuando para agradecer favores. Allí por donde van pasando los jinetes del bermellón y morado apocalipsis, la hierba no vuelve a crecer y los buenos amigos se lo agradecen.
En San Cristóbal de La Laguna, por ejemplo, nos encontramos a un alcalde que descubrí a través de selfies, de sus fotografías bien iluminadas. El alcalde de una ciudad sin ley, término casi literal si atendemos a la sangrante demanda de su policía municipal, insuficiente a todas luces e incapaz de poder cumplir con su servicio porque el máximo edil no está preparado para llegar a un acuerdo. Resulta incomprensible que haya noches en las que únicamente se dispone de una patrulla para atender a los 159.000 habitantes del municipio. Y mientras los selfies se siguen sucediendo y las poses de galería, cada fin de semana las zonas de ocio y barrios colindantes se convierten en auténticos campos de batallas, en focos de borrachos y borrachas, potando en nuestras puertas y lanzando botellas contra nuestras ventanas. La violencia campa a sus anchas por todo el municipio, y no es culpa de la sufrida policía, sino de quienes son incapaces de sentarse a negociar hasta que se les queme el culo en la silla y no por ponerlo a broncear en las playas.
Amigo lector, la cosa no pinta bien, y no porque este comunicador que escribe y suscribe así lo quiera ver, sino porque de lejos se oyen trompetas de muerte, los agrisados ecos que auguran malos tiempos, al menos hasta que las urnas aparezcan transparentes y vacías para que los ciudadanos podamos decidir si queremos mantener a más de un Torquemada demagógico, o buscar otras fórmulas de gobierno que al menos sean capaces de interpretar una brújula por la que guiarnos.