San Cristóbal de La Laguna es sin duda una de las grandes joyas geográficas y culturales de las Islas Canarias. Siglos de elaborada paciencia han ido tejiendo sus entretelas, construyendo su indiscutible identidad admirada por todos, o al menos era así hasta hace unos años. Por sus calles han paseado firmas ilustres de la literatura, también lo han hecho grandes pensadores y filósofos de la identidad. Por la calle Herradores aún se escuchan los ecos de los vendedores y facilitadores, el pasar de quienes con el estrés de antaño iban dando saltos hasta la calle de la Carrera, esquivando carros tirados por caballos de andaluza hechura.

Las calles laguneras siempre fueron el escenario perfecto para una película del medievo decadente, donde unos y otros han ido dejando su impronta en cada adoquín, en cada chaplón teñido de verde musgo perpetuo. Estas calles, senderos de leyendas, hablan hacia dentro, hacia las tripas de piedras testificales. La Laguna no quiere envejecer aun siendo vieja. Esta es una ciudad llena de joven senectud y eso marca su carácter. Pero los laguneros no solo viven en el centro de la ciudad, hablamos de un municipio con sus pueblos, sus barrios, sus calles, sus gentes, todas con gramos de personalizada identidad de proximidad, de episodios por descubrir. Este es un municipio abierto al visitante y al vecino, al conocido y al que abre los brazos para conocer. Pero algo se está rompiendo, prostituyendo en manos de la indigna irresponsabilidad.

Entre eunucos e incapaces

Actualmente poca poesía transmite nuestro querido municipio. El vergonzoso despiporre gubernamental se ha extendido hasta límites insospechados, metiéndose por las sórdidas rendijas de la desfachatez y la inexperiencia. Los devenires de nuestro suelo están en manos inexpertas, en las zarpas de quien quiere y no puede, de incapaces teóricos nada prácticos. San Cristóbal de La Laguna lleva un puñado de años en manos del desastre, acentuado en este último trienio por la poca efectividad de un equipo de gobierno local hecho de retales, tal y como le paso al moderno Prometeo de Mary Wollstonecraft Godwin.

Hace años comprobé que no era lo mismo jugar al “Tiger Woods PGA Tour” en la pantalla de mi ordenador, que hacerlo en un campo real de 18 hoyos. Allí, en el escenario real, me sentí como el torpe “besador” de morros primarios, incapaz de meterla en el hoyo de destino. Y es que no es lo mismo jugar a ser Dios que serlo, no es lo mismo escuchar a Mozart que ser capaz de componer una sinfonía. El Ayuntamiento de La Laguna está gobernado actualmente por un mejunje de ideólogos de papel hecho con borras de algodón, teñidas por diversos colores prefabricados en cafeterías con olor a fumarolas. Estamos en manos de inexpertos, algo que algunos confiesan dentro de sus propias filas, impotentes al ver como sus siglas políticas han caído en manos de incapaces más pendientes al resultado de los selfies que de hacer políticas reales sin efectos ni mentiras. Me decía hace algunos días una conocida socialista lagunera que «lo que se vive ahí dentro, no lo había visto nunca. Estamos en manos de una pandilla de amiguetes que buscan el puestito».

En este escenario tan poco prometedor es en el que se mueve con soltura el paquete de siglas políticas que se juntaron para gobernar, y que a golpe de zancadillas malintencionadas, se acaban peleando un día sí, y el otro también. Cuentan que en Unidas se puede (afluente de Unidas Podemos y otros sucedáneos) han fijado el método del “si no haces lo que te digo, nos vamos”, teniendo arrinconado al alcalde socialista, castrando cual eunuco sus políticas escritas a lápiz en el casi extinto programa electoral. Este equipo de gobierno no está a la altura que se le espera, pero tampoco sorprende a muchos. Cuando hay inauguraciones con posibilidad de electa foto, ahí podrás verles con sonrisa Colgate y pecho palomo. Cuando la foto no es favorable porque en ella aparecen vecinos cabreados y la desidia reinante, no busques la foto, o lo que parece más chusco, la captura fotográfica mostrará solo la parte bonita del total, tal y como ocurrió hace unos días en la imagen que publicaba el propio ayuntamiento anunciando la culminación de las obras de la plaza del Barrio Nuevo, cuando todavía seguían y continúan a día de hoy (22 de abril). En la foto esa parte no salió, tan solo la esquinita favorable al encuadre. ¡Así es el día a día!, de este modo se legisla en San Cristóbal de La Laguna.

¿Y los laguneros? Los ciudadanos de este municipio vemos como ha aumentado la sensación de inseguridad en nuestras calles, como la suciedad es cosa de barrios. Vemos como calles tan emblemáticas como la de San Agustín se han convertido en una especie de yincana en la que sobrevive quien sortee las vallas que han venido para quedarse. Y es que en La Laguna si caen piedras de una cornisa, metemos una “hermosa” valla y ya se arreglará en unos años, y a los muchos ejemplos de la ciudad me remito. Estamos a un año de las elecciones, momento para pintar pasos de peatones, parchear pavimento, barnizar bancos y abrazar a muchos vecin@s, ¡cuantos más mejor!, pero que no se muevan mucho no vaya a ser que tapen el perfil bueno de los que están más preocupados por la foto que por gobernar.

Entre los que hacen de la política un cutre juego de rol, los que hacen de su concejalía un claro ejemplo de incapacidad como ocurre con el deporte lagunero, y los que llevan toda su vida intentando coger poltrona y simplemente han quedado para alegadores ególatras de la política con olor a naftalina, está claro que nuestro municipio merece un cambio, un necesario giro que pasa como se espera de una democracia madura, por las urnas en el no tan lejano 2023. Mientras tanto, poca resignación y mucha exigencia.

La deconstrucción de un municipio
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